jueves, 28 de noviembre de 2013

El rey de la Mafia… EL padrino. La memoria del cine como memoria y extensión de la cultura

Se sabe que El Padrino (The godfather, 1972) es una de las mejores películas de la historia del cine. Así la anuncia la distribuidora CDi, encargada de relanzar en los cines argentinos el film en copia remasterizada. En épocas de remakes olvidables, que mejor que volver a las fuentes y poder apreciar la película original. Esperemos que la movida continúe.


A saber, El Padrino es todo un clásico del cine norteamericano y por qué no, mundial. Su producción se da en un marco difícil para los estudios de cine y aún más complejo culturalmente. Los estudios cinematográficos estaban en crisis, endeudados y las grandes producciones ya no daban el margen de ganancias esperado. Como en tantas otras épocas de crisis, se pensó que el séptimo arte podría llegar a desaparecer.
Por otro lado, culturalmente, estaban en crisis los valores que regían a la sociedad norteamericana. Aquellos que hacían ser “norteamericanos” a los norteamericanos. La situación suponía que el fracaso de Vietnam, el asesinato de J.F.Kennedy y las revoluciones sociales, producirían un cambio en el paradigma cultural que Hollywood como industria, aún no sabía bien como sobrellevar.
Quizás, y sólo quizás, estos temas latentes expliquen algo del éxito de El Padrino, la película que cambiaría los films de mafiosos de una vez y para siempre. Los mafiosos ya no serán seres despreciables sino humanos como cualquiera. En el clan Corleone se establecían códigos internos, mafiosos si, pero códigos al fin. Era una etapa de crisis, la familia Corleone se sobreponía a la falta de valores con códigos propios que imponían respeto y temor al mismo tiempo.
El Padrino plantea la historia de una familia de mafiosos italo-americanos, que supo hacerse lugar en una cultura ajena a fuerza de códigos. Lo que más llama la atención del film, es la humanidad con que se entablan los lazos en la familia y la crudeza con que se presentan al resto de las familias con quienes tienen negocios. El Padrino no es más que la historia oculta detrás de cualquier grupo de poder, con sus reglas y ambiciones desmedidas, imposibles de mantener si no es mediante el respeto que se gana a fuerza de cruzar límites.
Francis Ford Coppola, director casi desconocido por entonces, accede a la dirección del proyecto. Los productores ponen en duda su autoridad al punto de pensar en despedirlo a mitad de rodaje. Frente a esto, el por entonces joven Francis, se pone el film al hombro y va hasta las últimas consecuencias. Fue él quien elige ambientar la película en época de posguerra, contratar al intratable Marlon Brando, incorporar a su propia familia al elenco e incluso, convertir en estrellas a Al Pacino, James Caan y Robert Duvall, entre otros.
Pero, y por sobre todas las cosas, fue Coppola quién encontró en el recurso del montaje alterno el mayor constructor de sentido para la película. Serán inolvidables las matanzas intercaladas con rituales sociales –preferentemente religiosos- que el director utilizaría para mostrar la fachada social en la que se oculta el poder. Poder tan vigente hoy en día como en aquel entonces.



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